“¿Qué te has creído que eres?” “¿Tú eres un santito?”
“¿Acaso te crees mejor, porque vas a la iglesia?”
Los cristianos hablamos del pecado, porque la Biblia enseña acerca del pecado, y nos dice que es despreciable y abominable a los ojos de Dios. Debemos llamar pecado a lo que Dios llama pecado, igual que llamamos bueno a todo aquello que agrada a Dios. Y nuestro deseo es aplicar estas verdades a todas las áreas de nuestra vida.
Querido amigo, si examinas nuestras vidas, seguramente encontrarás algunos puntos buenos, y otros malos. Con seguridad, podemos decir que aquello realmente bueno que veas en nuestra vida, no es sino por la misericordia y gracia de Dios, y todo aquello malo que desgraciadamente veas en nosotros, es nuestra propia cosecha, por nuestro pecado.
Pero a veces, cuando los cristianos hablamos del Señor Jesús, decimos con claridad que Él es nuestro Salvador, y que murió por nuestros pecados, porque sí, todos somos pecadores, y quizá hasta este punto algunos puedan estar de acuerdo.
El problema viene cuando empezamos a enumerar concretamente lo que Dios considera pecado. Si decimos que la Biblia enseña que tal práctica o acción es pecado a los ojos de Dios, ahí empieza la tensión. Y con frecuencia, oímos la típica respuesta a la defensiva: “¿acaso tú eres perfecto?”
Querido amigo, quiero contarte cómo los verdaderos cristianos se ven a sí mismos, aquellos que hemos creído en Jesucristo, y hemos dado la espalda al pecado y aquella vida que a Dios no le agrada. Y quiero mostrártelo con algunos versículos bíblicos, escritos por conocidos personajes, que lo definen con claridad.
Dice el rey David:
Salmo 5:7 Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa;
El profeta Jeremías:
Lamentaciones 3:22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. 23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Dice el apóstol Pablo:
1ª Corintios 15:9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy;
1ª Timoteo 1:15 Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
Dice María (madre de Jesús):
Lucas 1:46 [...] Engrandece mi alma al Señor; 47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. 48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Dice el apóstol Juan:
1ª Juan 4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. […] 19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Dice el apóstol Pedro:
1ª Pedro 1:18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, [...] no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
¿Quiénes somos los cristianos? ¿Qué creemos que somos?
Querido amigo, quisiera responderte ahora con mis palabras, a la luz de las Escrituras. No somos más que pecadores, como tú, o como cualquier otro, cada cual con sus pecados particulares.
Pero somos pecadores que, un día, por la misericordia de Dios, pudimos oír Su Palabra, donde se nos hablaba de nuestra trágica situación, y que el pecado trae consecuencias terrenales, pero, sobre todo, eternas: la condenación eterna del infierno. Pero oímos también que hay solución: la cruz de Cristo.
Misericordia significa “no dar castigo a aquel que lo merece”. Efectivamente, Cristo murió por nuestros pecados en la cruz, tomando nuestro lugar, y resucitó de los muertos al tercer día, habiendo pagado el castigo que merecían nuestras culpas. Y la Biblia declara con solemnidad que, todo aquel que cree en Jesucristo y acepta el Sacrificio que Él hizo, arrepintiéndose de sus pecados, recibe el perdón, la salvación, la vida eterna, y la entrada al Cielo.
Esto somos los cristianos: pecadores arrepentidos, perdonados, y salvados. Y, por amor a Dios y agradecimiento a Él, queremos vivir para Su Gloria, haciendo lo que le agrada, y trayendo más personas al Señor Jesús, para que ellos también sean salvos, como lo fuimos nosotros.
Querido amigo, deseo de corazón que tú, que lees estas palabras, puedas también acudir a Cristo con este concepto en tu corazón: soy un pecador que merece condenación, pero me aferro a Cristo, que murió por mí, y es mi Salvador.
De esa manera, tú también serás salvo y podrás gozar del perdón de Dios, y la paz que sobrepasa todo entendimiento, y disfrutar algún día la eternidad junto al Señor.
Acude a Cristo y recibe su Misericordia.