“Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra.” Génesis 9: 13.
Ciertos colores están de moda. Las empresas también lo han entendido. Incluso sus logotipos habituales se han teñido multicolor. El “merchandising” está en acción y funcionando a toda máquina. Bancos del parque, tarjetas bancarias, juguetes de niños, pulseras, símbolos o logos en los vídeos o noticieros, banderas en astas de lugares comunes… todo para dar un mensaje al mundo: “Somos tolerantes, amigables, permisivos, y entre nosotros no hay discriminación y todo está bien visto… Es la era del arco iris.”
Lo cierto es que el verdadero arco iris es un hermoso fenómeno meteorológico producido por la división de la luz a través del agua, creando una escena que no deja a nadie indiferente. Pero, como suele ocurrir, el hombre intenta adueñarse a menudo de lo que no le pertenece.
En el libro del Génesis, en la Biblia, Dios califica a este hermoso espectáculo como “mi arco”. Y fue una señal del pacto de Dios con la tierra tras el castigo cataclísmico del diluvio universal (evento histórico real, reconocido por numerosos científicos). El pacto consistía en que Dios no volvería a inundar la totalidad del planeta con las aguas.
Y, efectivamente, desde entonces así ha sido. Dios no ha vuelto a castigar el mundo con las aguas, a pesar de inundaciones locales que puedan tener lugar. La vida en el planeta no sólo no ha vuelto a ser arrasada por el agua, sino que es sustentada también por medio de ella.
Pero ello no quiere decir que el hombre haya mejorado. En el mismo libro del Génesis, el relato bíblico recoge lo siguiente: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” Génesis 6: 5.
Dios decidió intervenir sobre su creación, juzgando y castigando al ser humano por su pecado, y establecer un nuevo inicio con hombres y mujeres temerosos de Él y que buscasen el bien.
Pero, ¿qué podemos decir de nuestra sociedad actual? ¿Acaso la situación del hombre ha mejorado con respecto a aquella primera civilización? Con toda seguridad, no. La historia se repite. El hombre, pecador, ha vuelto a manifestar su corrupción y maldad, haciendo de este mundo un lugar inhabitable y perverso, donde campa la injusticia y la crueldad. Hemos creado la sociedad que tenemos, y es nuestra responsabilidad.
¿No tendría derecho Dios de anegarnos de nuevo a todos por medio de algún otro diluvio?
Por supuesto que podría hacerlo. Pero, en Su Gracia, Dios estableció un pacto con la tierra, colocando en las nubes su precioso arco iris tras cada tormenta, recordándonos los deseos de Paz y Gracia de Dios hacia los hombres.
Pero Dios no va a dejar en absoluto sin juicio a la humanidad. Dios avisa al ser humano que, si bien no volverá a acabar con la vida en esta planeta por medio de agua, el hombre deberá ser juzgado ante su Dios al abandonar este lugar de existencia temporal.
Por un lado, cada ser humano que vive en su pecado deberá presentarse ante Dios para recibir la sentencia definitiva como pecador, la condenación eterna del infierno. Y, por su parte, este mismo planeta, corrompido y dañado por su habitante más letal, el hombre, también será destruido esta vez por fuego, como indica la Biblia, para establecer Dios así nuevos cielos y nueva tierra.
Todo esto suena aterrador, pero el arco iris sigue saliendo cada día en muchas partes de nuestro planeta tras la tormenta, y vuelve a brillar el sol, haciéndonos recordar que todavía Dios está teniendo gracia contigo y conmigo, y que hay oportunidad de salvación.
Tanto es así, que Dios mandó a Su Hijo Jesucristo a este mundo para que muriera por nuestros pecados en la cruz del Calvario, pagando en nuestro lugar el castigo merecido por nuestra iniquidad. Y, después de ser sepultado, Jesucristo resucitó de entre los muertos para mostrarnos que el precio había sido pagado, el castigo, ejecutado, y hay esperanza verdadera para todo aquel que se acoge a Su Salvación.
En el Evangelio de Juan, Jesucristo declara solemnemente: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” Juan 5: 24.
Es decir, hay paz y seguridad eterna para aquel que deposita en Jesucristo su fe y esperanza. Hay perdón de pecados y vida eterna para el que cree en Jesucristo como su único y suficiente salvador con arrepentimiento en su corazón. Para los que creemos en Él, incluso tras la peor de las tragedias, vuelve a surgir un hermoso arco iris tras las nubes, porque al pasar la muerte, veremos a nuestro Salvador.
Por cierto, algunos puristas quizá quieran añadir a esto que, realmente, el arco iris no es propiamente un arco, sino un círculo perfecto, pero que se ve interrumpido por que el arco topa con la tierra y no podemos verlo en su plenitud, y que sí lo podríamos contemplar si todo esto tuviera lugar en el aire. Pero, ¡cuán hermoso debe ser ese arco iris convertido en círculo, en la presencia de Dios en las nubes! Seguramente, será algo sin comparación.
No, el arco iris no ha sido inventado recientemente. La bandera multicolor no representa el triunfo de cierta forma de vida, pensamiento, o la inclusividad de nuestra sociedad.
Más bien, el arco iris es un símbolo de la Gracia de Dios, que acepta sin distinción a todo aquel que viene a Él arrepentido de sus pecados y acepta la salvación que Dios le ofrece, porque un nuevo día viene para él, cuando podrá gozar de la bendición eterna de Su Salvador.
Por favor, acepta a Jesucristo y recibe la salvación que tiene para ti.