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“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” Romanos 1: 20.

 

De la misma manera en que muchas realidades que nos rodean son invisibles a nuestros ojos, pero no podemos negar su existencia, así también existe un Dios Creador que no podemos ver con nuestros ojos, pero su existencia se hace visible por medio de su creación.

 

Podemos ver un simple ejemplo que cita la misma Biblia:

“Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra,

Y las mismas son más sabias que los sabios:

[…] La araña que atrapas con la mano,

Y está en palacios de rey.” Proverbios 30:24 ~ 28.

 

Así es. Las Escrituras llaman de manera retórica a la araña “más sabia que los sabios”. Es cierto que no tiene la inteligencia del hombre, y no puede pensar acerca del pasado o la vanidad de la vida, pero es capaz de crear un filamento, la seda de araña, con una resistencia similar a la del acero. Este tejido es de tal naturaleza que sorprenden su fuerza, resistencia, eficiencia, etc.

 

Y todo ello, producido en el interior de un bichito muchas veces inferior en tamaño a la uña de nuestro meñique. Sus características hacen único a este animal. Efectivamente, en cualquier lugar podemos encontrarlas, ya sea entre las velas de barcos a miles de kilómetros de la tierra, o en globos atmósfericos a kilómetros del suelo.

 

Tal es su singularidad que algunos científicos han estudiado detenidamente su comportamiento y capacidad de producción de su especial hilo, para inspirarse en la creación de nuevos materiales. Y a ello se han dedicado estudios, tesis doctorales y hasta horas de laboratorio, mientras este arácnido continúa su discreta labor ignorando los quebraderos de cabeza que produce al ser humano.

 

En cierta ocasión, el físico Isaac Newton, al que muchos consideran “el padre de la física”, declaró “A falta de otra prueba, el dedo pulgar por sí solo me convencería de la existencia de Dios.” Y, también, en otra ocasión: “Este bellísimo sistema compuesto por el Sol, los planetas y los cometas no pudo menos que haber sido creado por consejo y dominio de un ente poderoso e inteligente... El Dios Supremo es un Ser eterno, infinito, absolutamente perfecto.

 

Como hemos leído al principio en el texto de la epístola de Romanos, efectivamente, el Dios invisible se hace visible a través de Sus Obras, al igual que podemos conocer acerca de un gran pintor por sus maravillosas pinturas.

 

Así, existe un Dios capaz de diseñar y crear máquinas moleculares, sistemas funcionales y efectivos, o imputar a los seres vivos patrones de comportamiento que revelan inteligencia y organización, que, a poco que observemos con detenimiento, nos sorprenden y nos hacen cuestionarnos acerca de su origen.

Pero hay algo más que dice el primer capítulo de Romanos:

“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” Romanos 1: 21.

 

Es decir, no es que el hombre haya decidido no creer en Dios ante el hecho de que no puede verlo, ni tampoco porque haya acumulado una batería de pruebas en contra de su existencia.

 

Más bien, la Biblia dice que el hombre, aun sabiendo por lógica que debe existir un Dios creador e inteligente, prefiere creer cualquier teoría que le “libre” de aceptar lo que Dios dice, y todo esto es algo que está enraizado dentro de cada uno de nosotros: vivir rechazando al Dios verdadero.

 

Pero, al igual que ocurre con Dios, que ahora es invisible a nuestros ojos, y sin embargo algún día le veremos al pasar de esta vida, así ocurre también con las consecuencias de nuestra rebeldía. Aunque pienses que no traerá consecuencias, desgraciadamente, las verás.

 

La Biblia dice que, como pecadores que somos, si morimos y partimos de este mundo, debemos ser castigados por nuestros pecados en la condenación eterna del infierno. Como dice el Evangelio de Juan:

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (3:36).

 

Pero, ¡qué maravilla!, ese Dios invisible también se hizo visible en la forma de Jesucristo, el Hijo de Dios, que vino al mundo para pagar por nuestros pecados, muriendo en aquella cruz, para resucitar al tercer día de entre los muertos. Se trata del Hijo de Dios, que vino al mundo, como hombre real, con una muerte y resurrección reales, para pagar un castigo real, el que tú y yo merecíamos.

 

Pero ahora también Dios te dice que, si te arrepientes de tus pecados y crees en Jesucristo de todo corazón, tus pecados serán perdonados y recibirás la vida eterna.

 

En palabras del mismo Jesucristo, “si crees, verás la gloria de Dios”.

 

Por favor, quiero pedirte que reflexiones en este asunto. Existe un Dios invisible que se hace visible y grita a voces por medio de Su Creación, y que tomó forma humana para salvarte de la condenación eterna, para que algún día puedas estar junto a Él gozándote de la vida eterna.

 

Cree en Jesucristo y recibe la salvación que Él te ofrece.

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