
AGNÓSTICOS DE MENTE,
ATEOS DE CORAZÓN
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Parece que, para mucha gente, todo lo que tenga que ver con Dios es irrelevante, inútil, o incluso ofensivo.
Pero el asunto del Creador sigue siendo clave para el ser humano. ¿De dónde hemos salido? ¿Somos el producto de una evolución azarosa, o somos la obra de un Creador supremo e inteligente?
Sin dudas, ha sido uno de los temas más importantes en el pensamiento humano, no sólo religioso, sino también filosófico y hasta científico.
De hecho, algunos de los científicos más notables de la historia, y actuales, han creído y creen firmemente en la existencia de Dios Creador: Isaac Newton, Galileo Galilei, Louis Pasteur, Michael Faraday, Johannes Kepler, Gregor Mendel, Francis Collins, o John Lennox, entre muchos otros.
Viendo que muchas personas de reconocido prestigio se declaran deístas, o incluso cristianos, algunos han adoptado una postura un poco más cauta en este punto. Porque reconocen que no se puede demostrar de manera alguna que Dios no exista, al igual que no se puede demostrar por medio de experimentos científicos la existencia de ese Ser supremo. Simplemente, escapa a la ciencia, porque ésta tiene un campo de acción físico, no sobrenatural.
Pero, un momento, la evidencia científica en la naturaleza sí apunta a diseño, inteligencia, finalidad, orden, funcionalidad, hermosura, equilibrio, y tantos otros calificativos. No parecen ser atributos de una fuerza sin mente, o de puro azar. La inferencia lógica es que Dios Creador ha diseñado y dado forma a esta Creación.
Pero, si esto es así, y, si la naturaleza, como dice la Biblia, da testimonio de la existencia de Dios, ¿por qué vemos tantas personas en el mundo viviendo como si Dios no existiera? Por supuesto, la respuesta es sencilla: es un asunto de la voluntad, y no de evidencias objetivas a favor o en contra.
Cuando se entabla una conversación acerca de la existencia de Dios, muchos, sin saberlo, caen en el error de nuestro título. Por un lado, se definen como agnósticos, palabra de moda; es decir, no se atreven a afirmar categóricamente que Dios no existe, por no parecer cerrados de mente o intransigentes, y dejan la posibilidad abierta: “quizá algo hay”. Pero, por otro lado, su corazón duro sigue diciendo en su interior: “no existe nadie que me vigile allá arriba, y, si existe, no quiero saber de Él.”
La Biblia habla acerca de este tipo de personas:
Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Salmo 14: 1.
Y en otro lugar dice:
El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios;
No hay Dios en ninguno de sus pensamientos. Salmo 10:4.
Es decir, en primer lugar, no es un asunto exclusivo de la razón, o la mente; es en definitiva un asunto del corazón, de la voluntad del hombre.
Dicho de otro modo, la decisión de no creer en la existencia de Dios no es debida a la mucha evidencia en contra, sino a la falta de voluntad de aceptarla. Es decir, agnósticos en la mente, pero ateos en el corazón.
Por cierto, la Biblia enseña que Dios ha puesto el concepto de eternidad en el corazón del hombre, y por ello es natural que el hombre se plantee su razón de vivir, y que trascienda hasta buscar la causa de todo. Pero, por otro lado, también es cierto que el hombre es pecador, y todo su ser está afectado por esta tragedia, y nos hace rehuir cualquier planteamiento sereno acerca del porqué de nuestra vida, y, sobre todo, el para qué.
En efecto, muchas personas en este mundo viven rechazando la existencia de Dios y sus preceptos, aunque vivir ignorando una realidad no elude sus consecuencias, al igual que utilizar un aparato eléctrico sin tener en cuenta las normas básicas de seguridad puede acarrear consecuencias graves, nos guste o no.
La Biblia nos avisa de lo que hay más allá de esta vida: por un lado, la morada de Dios, lugar de bendición eterna, donde Él invita a toda persona que quiera recibir la salvación. Pero hay también un lugar de condenación eterna, el infierno, reservado para Satanás y sus ángeles caídos, y también para todos aquellos que quieren vivir sin Dios, y, por tanto, desean una eternidad alejados de Él.
Somos pecadores miserables, muchos de los cuales viven aún rechazando a ese Dios, no por que Él sea malo, o dañino, sino por nuestra maldad y orgullo.
Pero Dios nos ama, y desea salvarnos de esa condenación que nos esperaría por nuestro pecado. Por ello, envío a Jesucristo a este mundo. Él es la expresión máxima del rechazo del hombre hacia Dios. Recibió burla, condena, violencia… en definitiva, el corazón ateo de un pueblo que decía “no” a su Dios. Sin embargo, Él murió para pagar por nuestros pecados, en nuestro lugar, y resucitó al tercer día, porque, por más que el hombre odie a su Dios, su plan siguió adelante.
Ahora, Dios, sabiendo lo que somos y conociendo nuestro corazón, que quiere vivir sin Dios, nos ofrece perdón de pecados, y vida eterna junto a Él, para todo aquel que quiera aceptar esta salvación. Nuestra única opción es arrepentirnos y volvernos a Dios, reconocer que somos pecadores merecedores de condenación eterna, y creer en Cristo de todo corazón.
Dios te promete que Él pondrá en ti corazón nuevo, y el deseo de amarle y obedecerle, y de vivir rechazando todo aquello que Dios reprueba, y aprobando todo aquello que le agrada, para partir un día de este mundo a su presencia por toda la eternidad.
Por favor, cree en Jesucristo con todo tu corazón, y recibe la preciosa salvación que Él te ofrece.