AÑO NUEVO - ¿VIDA NUEVA?
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Este dicho es bien conocido en nuestro idioma. Quizá de esta manera muchos reflejan el deseo de dejar atrás ciertas malas situaciones, conflictos, etc., aprovechando el cambio de calendario para iniciar una nueva etapa, con renovada ilusión, y con la esperanza de cierto cambio.
Pero no todo cambia tan fácilmente. La subida de los precios, los problemas económicos, o laborales, las disputas familiares, los que ya se han ido, las enfermedades de los que aún estamos vivos… y, sobre todo, tú sigues siendo el mismo.
Por mucho que cambie el año, ¿de verdad hay vida nueva? La Biblia nos enseña que, si no hay un cambio en lo interior, en lo profundo, no habrá vida nueva. Quizá con kilos de maquillaje y de ilusiones, pero seguiremos siendo lo que somos.
En efecto, echa un vistazo al mundo. La llegada de un nuevo año, a la vez que muchos lo reciben con ilusiones, casi que nos produce también incertidumbre, y llegamos a preguntarnos: con todo lo que llevamos vivido y lo que hemos visto, ¿cómo vendrá este año? Casi mejor no destapar esta nueva caja, porque puede ser que venga algo peor.
Y es que, mientras el hombre no solucione su problema principal, seguirá siendo lo que es, pecador a los ojos de Dios, y dañino para su entorno, los que le rodean, e incluso para sí mismo. Como dice el libro de Eclesiastés: “un pecador destruye mucho bien.”
La realidad que la Palabra de Dios nos habla es que somos pecadores. Pecado es todo aquello que va en contra de la verdad y la naturaleza de Dios; es una ofensa contra Él y es también un daño causado que hacemos contra su creación, incluidos nosotros mismos.
Y, aunque quizá consideres que tú no eres un pecador tan grave, o no te consideres mala persona, y tu comportamiento sea bueno a los ojos de tus vecinos, lo cierto es que vivir ignorando a Dios, y no queriendo atender a Su Palabra y enseñanza, es pecado a los ojos de Él.
Pero la consecuencia del pecado no es sólo la que vemos diariamente en esta sociedad tan malvada que hemos creado, con injusticia e indiferencia por doquier. Las consecuencias del pecado van más allá. Debemos ser juzgados por Dios como pecadores que somos, y recibir el justo castigo por nuestras obras, pensamientos, palabras, etc.
Viéndolo desde este punto de vista, la vida en este mundo, no sólo es efímera y pasajera, sino que es engañosa, porque, aunque nos parezca tener fuerza y vitalidad, en realidad estamos “muertos en nuestros pecados”, según enseñan las Escrituras.
La Biblia nos habla del infierno, y nos enseña que es el justo castigo de Dios para los pecadores no arrepentidos. Por tanto, pasarán de esta vida en este mundo (o, muerte en vida), a la eternidad en la condenación, lo que la Biblia llama la muerte segunda.
Pero también Dios dice en Su Palabra que Él nos ama, y “no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” Es más, Dios asegura que desea darnos vida nueva, por medio de aquel que murió y resucitó por nosotros, Jesucristo. Así dice Romanos 6: 4 “a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”
Es decir, por medio de Su Hijo Jesucristo, quien murió por nuestros pecados, y resucitó al tercer día, todos nosotros podemos tener y andar en vida nueva. Dios perdona nuestros pecados, y nos rescata del destino eterno en el infierno que nos esperaba, y nos comparte la vida de Su Hijo Cristo, resucitado de entre los muertos. ¿Existe una vida más poderosa que la del Cristo resucitado?
Por ello, si te arrepientes de tus pecados y crees en Jesucristo, que murió por ti, y resucitó al tercer día (y el asunto de la resurrección es esencial), y lo aceptas creyendo de todo corazón en Cristo como tu único Salvador, Dios te da vida nueva, y te hace un hijo suyo.
El mismo Señor Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” (Juan 6: 47). ¿Hay en el mundo una esperanza o gozo mayor que saber que tus pecados han sido perdonados, y que el mismo Señor Jesús garantiza tu salvación por la eternidad?
Quiero pedirte que, por favor, no comiences el año haciendo vanos propósitos de enmienda, o con ilusiones vacías en que todo cambiará con un poquito de magia o de esperanza. Acepta a Jesucristo como tu Salvador, recíbelo en tu corazón, creyendo en Él como el que puede darte la salvación eterna, a un pecador como tú, o como yo, y que puedas gozar así de verdad de una nueva vida con Cristo.